David Murray es quizá el tenor más destacado de su generación y el más importante de los, al menos, últimos 30 años de la historia del jazz. En este tiempo su saxo ha brillado con luz propia en un estilo que, para muchos, parece acabar en los años sesenta con el advenimiento del free jazz. Sin embargo, Murray pertenece a esa clase de músicos capaces de llevar ese jazz que parecía estancado a un nuevo estadio. Su visión neoclasicista recoge todos y cada uno de los estilos negros distribuidos, no solo a lo largo y ancho de EEUU, sino también en determinadas regiones del Caribe (veáse Guadalupe) y, por supuesto, de África, lo que le convierte en uno de los pocos elegidos que asimilan en su forma de tocar la diáspora negra a través de su ya larga y castigada historia. Con ya unos cuantos años que pesan sobre sus espaldas, Murray sigue dando muestras de buena salud musical. Ejemplo de ello es su último trabajo. Llamado “Sacred Ground” supone un retorno a su laureado cuarteto, en esta ocasión llamado Black Saint Quartet, pues a su cuasi divina interpretación al saxo tenor y al clarinete bajo hay que adicionar la batería de Andrew Cyrille, el contrabajo de Ray Drummond y un pianista, LaFayette Gilchrist, que tiene la difícil labor de suplir al gran John Hicks protagonista pianístico en anteriores incursiones a cuatro del saxofonista y fallecido un año antes. La banda se ve completada por la inefable e insustituible Cassandra Wilson que con su grave voz borda dos poemas compuestos para la ocasión por el poeta afroamericano Ishmael Reed: el propio “Sacred Ground”, una preciosa y emocionante balada y un delicioso blues llamado “The Prophet Of Doom” que estremece gracias al sentimiento que desprende. Por lo demás, la formación firma, sin lugar a dudas, el mejor trabajo del año pasado en cuanto a jazz se refiere. Gilchrist está sublime al piano y Drummond y Cyrille son Drummond y Cyrille sin más. No hay nada que añadir. Si no me creéis, podéis comprobarlo en composiciones como “Banished”, única vez que Murray muestra su clarinete bajo y donde el contrabajo tocado con arco de Drummond pone la emoción a flor de piel, “Family Reunion” o como hacer jazz con sabor R&B y no morir en el intento, “Believe In Love”, aproximación del saxofonista a los ritmos latinos o “Transitions”, espectacular de principio a fin. Todas ellas, por supuesto, regadas por los característicos sobreagudos y graves que nuestro protagonista arranca de su instrumento y que actualmente le hacen único en su estilo. No hay nadie que hoy día suene como él. Su personalidad al soplar no es otra cosa que el reflejo de su talento. Talento este que le sirve para conjuntar sonidos ásperos con melosas y dulces melodías cuando la composición que interpreta así lo requiere. Este es el común denominador en “Sacred Ground”. Una obra de arte en estado puro. Házte con ella o te arrepentirás tarde o temprano.
Reseña publicada originalmente en Blacksoundhistory
Sacred Ground Feat. Cassandra Wilson