Es prácticamente imposible encontrar una carrera artística tan uniformemente brillante como la del contrabajista Dave Holland. Desde que comenzara allá por el año 1971 con su “Music From Two Basses” a dúo con Barre Philips y, sobre todo, en 1972 con ese monumento del free jazz llamado “Conference Of The Birds”, el británico ha ido llevando el papel de su instrumento a nuevos niveles de innovación y creatividad. Ha tocado con los más grandes (DeJohnette, Sam Rivers, Thelonious Monk…), en todos los formatos (dúo, trío, cuarteto, quinteto, Big Band…) y todos los estilos (bop, post-bop, M-base, free…)y no se le conoce disco malo en los 37 años que lleva publicando como líder. Gran parte de esta apertura de miras viene dada gracias a sus variadas influencias ya que entre sus máximos ídolos se encuentran Gary Peacock, Scott LaFaro o Jimmy Garrison, pero también están por ahí escondidos bajistas eléctricos como Jaco Pastorius o el primer espada de Motown, James Jamerson. Aunque hay una figura que se encuentra por encima del resto en esta escala: Charles Mingus, cuyo talento es comparable sin exageración alguna al del propio Holland en la línea cronológica de bajistas que son tan grandes con su instrumento como en la faceta compositiva. A sus 60 años largos de edad, Holland sigue en plena forma publicando periódicamente ejemplos de su sobrada capacidad. Unos de las obras más importantes de esta última etapa es “Prime Directive” (2000), un magnífico reflejo de lo excepcional que puede llegar a ser nuestro protagonista. Él, por si no os lo esperábais, está soberbio al contrabajo, pero lo que más impresiona de su música es el liderazgo con el que dirige el combo, la libertad que da a sus compañeros para interaccionar entre sí y la motivación que insufla a éstos desde su posición en la sección rítmica. Claro está, los músicos que le acompañan tampoco son mancos. Chris Potter está muy bien al saxo tenor y soprano, aunque no hace olvidar al antiguo compañero de fatigas de Holland, Steve Coleman, Robin Eubanks (típico ejemplo de músico infravaloradísimo) al trombón es uno de los más destacados, Steve Nelson, siempre elegante en la forma de contar historias con su vibráfono, y Billy Kilson sublime en la batería con esos ramalazos funk y Hip-Hop que, en ocasiones, deja entrever. Tanto talento individual se úne para formar un todo. Un todo perfeccionista que tiene tiempo para toda clase de matices. Así, maravillosas composiciones cercanas al M-Base (“Prime Directive”, “A Searching Spirit”, “Jugglers Parade”) se cruzarán con post-bop de nivel (“High Wire”) para darse la mano con preciosas interpretaciones (“Make Believe”) y acabar en temas cercanos a la música clásica (“Candlelight Vigil”). Espero y deseo que Dave Holland siga repartiendo generosas dosis de su talento, como este “Prime Directive”, por muchos años. Sus últimos trabajos, aun sin tener ese componente innovador que tenían antaño, se cuentan entre los mejores ejemplos de jazz hecho en nuestros días. Holland siempre cumple. Esa es su máxima. Su nombre es sinónimo de calidad y su música ni os cuento. Eso sí, deberéis poner los cinco sentidos para empaparos bien de todo lo que ofrece. Además, si os pica la curiosidad, “Prime Directive” es una muy buena forma de quedar atrapado entre las cuerdas de su contrabajo. Allí os espero.

Reseña publicada originalmente en la página Blacksoundhistory.

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