Pocos músicos son los que publican más de un trabajo al año pero menos aún los que llevan a cabo propuestas dignas de mención entre las mejores obras de cada temporada. Estos pocos son unos cuantos "locos" que, dada su comprensión musical, su técnica y la devoción con la que tocan, componen o producen, pasarán antes que otros a la historia como los más grandes. William Parker, el contrabajista más importante de los últimos años (si Dave Holland deja algo de sitio en lo más alto del escalafón), pertenece a este selecto grupo y cada año nos deleita con bellos ejercicios de una factura impecable. Su concepción particular de la la música negra como un todo, su capacidad de dirección a lo Charles Mingus o el propio Holland, su curiosidad por explorar nuevos mundos, músicas diversas, universos incognoscibles es lo que le hace grande. Eso y una técnica a prueba de bombas que recoge  influencias de algunos de los mejores contrabajistas de todos los tiempos como Jimmy Garrison o Richard Davis. Capaz de moverse como pez en el agua en terrenos distintos (groove, bop, free, clásica, blues, baladas, música africana...) pero unidos entre sí por una delgada línea cronológica, Parker es ya un grande de la escena y su último "Petit Oiseau" me da la razón por completo. Si nuestro protagonista es ya de por sí un auténtico animal con todas sus letras, cuando se junta con Hamid Drake en la batería aquello puede resultar un cóctel explosivo ya que los dos forman la mejor y más compenetrada sección rítmica del jazz contemporáneo. De esta forma, al pizzicato tremendamente percusivo del contrabajista se superponen los mil y un ritmos que Hamid Drake puede arrancar de la manera más inverosimil de su instrumento. Verlos tocar juntos es un lujazo y ya con eso bastaría para una velada orgásmica, pero si, como en "Petit Oiseau", se les únen Rob Brown en el saxo alto y Lewis Barnes en la trompeta el resultado puede ser de aúpa y así se pone de manifiesto una vez comienza a girar en nuestro reproductor. Con un repertorio basado en canciones dedicadas cada una de ellas a alguien que las inspiró, el trabajo divaga por las aguas que más le gustan a Parker, es decir, un batiburrillo de todas las músicas de las que bebe unidas, por si alguien lo dudaba, por un hilo conductor que no es otro que el jazz. Desde esta óptica,  la banda visita el groove en "Groove Suite" que, como es propio nombre indica, es una suite con tres movimientos o "Talaps Theme", el post bop en la homónima "Petit Oiseau" o en la dedicada al trompetista Arthur Williams "The Golden Bell", el bop a secas en "Four For Tommy", el neoclasicismo en "Malachi's Mode" o el free desde la diáspora africana en "Dust From A Mountain" con Drake en el balafón erizando pelos a su antojo. Todo ello, eso sí, desde la batuta del jazz libre contemporáneo y afroamericano que William Parker maneja con una soltura admirable. En fin, todo cuanto diga puede quedar corto ante la demostración de capacidades que supone esta última aventura del contrabajista. Jazz tocado con las vísceras y plasmado en unas conversaciones con tanto que decir que apabulla solo de pensarlo. Con estas premisas, puede afirmarse, por tanto, que "Petit Oiseau" es, sin ningún tipo de cortapisa, uno de los discos más destacados del año en cualquier género. Un trabajo que nos recuerda lo maravilloso que el jazz puede llegar a ser. Muchas gracias Mr. Parker por tantas y tantas horas de disfrute. Un placer escucharle.

Reseña publicada originalmente en la página Blacksoundhistory.

Dust From A Mountain

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