Si por algo se recuerda a Bill Withers es por componer la maravillosa “Ain’t No Sunshine”, una canción que entró por la puerta grande en la historia de la música soul desde el preciso instante en el que vio la luz. Este hecho no deja de ser tan merecido como desgraciado, ya que es tan monstruosa la fama de tal obra que puede llegar incluso a soslayar las demás joyas que figuran en la nómina de este extraordinario músico/cantante/arreglista/compositor. “Still Bill” es un buen intento para probar este teorema. 

Tras su magnífico “Just I Am” fechado en 1971 donde se incluía ese “Ain’t No Sunshine” citado anteriormente, el señor Withers destapó el tarro de las esencias para traer consigo un álbum, “Still Bill”, que además de ser una declaración de intenciones implícitamente representada en su título, suponía un redondeamiento del sonido desplegado en su primer trabajo, ya que del folk/soul, pasaba de buenas a primeras a ampliar sus horizontes estilísticos incorporando de esta forma a su sonido elementos del soul más profundo, ramalazos funk, cierta estética gospel y un aire nostálgico tomado del folk negro estadounidense. A este segundo trabajo pertenecen algunos de los momentos más inspirados de su carrera representados aquí en piezas tan sublimes e importantes para conocer la historia de la Black Music como “Who Is He (And What Is He To You)?” (versionada hace unos años por Me’Shell Ndégeocello), “Use me” (uno de mis prototipos de cómo debe hacerse música), el precioso y conocido himno gospel “Lean On Me”, el blues en fabulosa unión con el soul en “I Don’t Want You On My Mind”, esa explosión funk llamada “Kissing My Love” o la desagarradora “Lonely Town, Lonely Street”. ¿Qué cómo suenan estas canciones? A puros años setenta: elegantes guitarras wah wah que parecen hablar, baterías sincopadas repletas de ritmo, escalofriantes arreglos de cuerdas típicos del Blaxploitation... En definitiva, soul, soul y más soul. Por si fuera poco y faltara algo, ahí está la negrísima y carismática voz del señor Withers para el espoleo definitivo de un álbum sobresaliente que ya sólo con su parte instrumental merecería la pena. Es lo que tienen los fabulosos setenta, que hay mil discos para escoger, y que este “Still Bill” esté entre las preferencias de esos tiempos, es todo un logro. Por algo será. Señores/as, esto es alma y lo demás es tontería.

Reseña publicada originalmente en la página Blacksoundhistory.

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