En la década de los ochenta, y si nos ponemos categóricos, coexistieron dos figuras que revolucionaron la música pop. Uno fue Michael Jackson, con Quincy Jones al lado, y el otro, el príncipe de Minneapolis, Prince Roger Nelson que, a finales de los setenta debutaba con dos extraordinarios trabajos que llamaban la atención por encima de otros asuntos por la extraordinaria capacidad demostrada por este chaval que salía de la nada para crear, componer, arreglar y tocar (no nos olvidemos que toca más de 20 instrumentos) con una soltura increíble.



Pero esto no fue nada si lo comparamos con lo que llegaría posteriormente pues, hasta llegar a la obra maestra que supone dentro de la música moderna "Sign O' The Times", Prince revolucionó el mundo del pop en varias ocasiones para, con una amalgama que asimilaba R&B, funk y rock para unirlo todo en uno, consagrarse como uno de los más grandes genios. "Dirty Mind" (1980), "1999" (1983), "Purple Rain" (1984) o "Parade" (1986) son ya clásicos de nuestro tiempo y paradas obligatorias en la línea histórica de la Black Music. Pero quedaba la guida y, para firmar una de las décadas más gloriosas que un artista jamás haya llevado a cabo, Prince publica en 1987 el mencionado "Sign O' The Times", primer álbum desde "1999" sin su banda The Revolution. Un doble disco con un sonido 100% principesco: ecléctico, sucio, funkarra, bizarro, psicodélico...en una palabra, genial. Con su habitual excentricismo y su forma de ver la música como un todo, el multinstrumentista logra aunar en una misma propuesta ecos del funk de George Clinton con momentos del soul más sedoso de Curtis Mayfield añadiendo grandes dosis de pasajes cercanos al paroxismo pop/rock y alguna pincelada gospel. Como siempre, el propio Prince lidera los créditos del álbum tocando varios instrumentos entre los que destaca esa poderosa y característica guitarra que puntea como le da la gana, pero también están presentes su habitual percusionista Sheila E. o los metales de Eric Leeds y Atlanta Bliss. De esta forma, esta gigantesca obra se convertiría en un álbum definitorio del sonido de finales de los ochenta. Es más, Prince en sí mismo puede ser considerado, sin ningún tipo de cortapisa, como EL sonido de los ochenta. Así que dejemos de lado excentricidades y tonterías varias y centrémonos en lo que de verdad nos interesa: la música de una de las personalidades más importantes del siglo XX. Un redefinidor nato del funk que, aunque en horas bajas, aun sigue prestando batalla y bien que nos alegramos.

Reseña publicada originalmente en la página Blacksoundhistory.

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