El considerado padre del nuevo movimiento soul se destapó en 2000 con un trabajo completamente distinto al que nos sedujo cinco años antes y que tituló Brown sugar. Un álbum que se convertiría a posteriori en la ópera prima perfecta de dicho movimiento. Pero lo que poca gente esperaba era que D’angelo se la jugara con un cambio tan explícito en su segundo disco, Voodoo. Un cambio que no tenía por qué llevar a cabo debido al éxito de crítica y ventas de su primer largo pero que, sin embargo, realizó, elevando su música hasta otro nivel más cercano a la divinidad, lo que describe una personalidad propia repleta de genialidad.

Voodoo añade a las ya consabidas influencias puestas de relieve en su primer trabajo (Marvin Gaye, Stevie Wonder, Al Green o Smokey Robinson), otro tipo de influjos con un sonido típico del ghetto estadounidense de los años setenta a lo Sly Stone o Curtis Mayfield y un funk más sucio proveniente, sin duda, del Prince más negro y de George Clinton y sus diferentes proyectos (Funkadelic, Parliament…). Por otra parte, añade una nueva instrumentación en la que las líneas de bajo, la percusión y los metales cobran un protagonismo que en Brown sugar no tenían. Las baterías se tornan enérgicas, dotadas de un perfecto sentido rítmico y la voz de D’angelo suena más cercana a Prince que nunca. Su fabuloso falsete es digno de admirar pues parece anclado en un estilo retro próximo a los grandes que otorga a sus canciones un carácter personal que hace que con la primera nota que sale de su garganta sepas quien está detrás de esa voz. Que D’angelo se basta y se sobra él solo para hacer música es algo evidente, pero también hace falta criterio para saber lo que se quiere y para fichar a los que serán tus colaboradores con el fin de realizar una obra de semejante calado y calibre. Raphael Saadiq repite en la composición de algún tema y en la interpretación a la guitarra con respecto al primer trabajo, pero Voodoo va más allá incluyendo en sus créditos genios de la categoría del batería de los Roots Ahmir “?estlove” Thompson, el trompetista Roy Hargrove, el guitarrista Charlie Hunter, que también se atreve con el bajo en algún corte, el bajista Pino Palladino o el teclista James Poyser. Las apariciones estelares se completan con Angie Stone haciendo coros y participando en la creación de algún tema y los raperos Redman y Method Man haciendo de las suyas en “Left & right”. Una vez introducido en el sonido “Voodoo”, uno permanece en un estado de shock constante ante el apabullamiento cualitativo que trae consigo. Pocos discos suenan como éste y es que desde el primer tema hasta el último, D’angelo da rienda suelta a toda su valía como artista demostrando quién es el número uno y recuperando de forma leal el brillo del soul y el R&B de antaño que, desde mediados de los ochenta hasta su llegada, estaba sumido en un marasmo de preocupante mediocridad. Tras el espectacular comienzo que supone “Playa playa” con un desenvolvimiento instrumental a la altura de pocos, el disco entra en una vorágine perfecta para definir la actual música afroamericana: Influencias hip hop en “Devil’s pie”, sonido cercano a The Roots en “Left & right”, soul satinado de múltiples referencias principescas en “Send it on”, “One mo’gin” y “Untitled (How does it feel)”, el medio tiempo rebosante de funk “Chicken grease”, el remake a modo de groove de la increíble “Feel like makin’ love” original de Roberta Flack o la canción en mayúsculas del disco, “Spanish joint” que alcanza unas cotas de perfección en sintonía con todo lo que expresa a nivel de musicalidad, con la batería de Ahmir Thompson, la guitarra y el bajo de Charlie Hunter y los metales de Roy Hargrove en una espectacular mezcla de jazz, soul, funk y leves matices latinos con una percusión enclavada en los momentos justos y que bebe totalmente de la más absoluta tradición afrocubana. Al lado del apartado instrumental, se sitúa una capacidad vocal que, lejos de tener una potencia descomunal, nos deslumbra con su estilo, elegancia y personalidad tanto en la voz principal como en los coros. Voodoo supone un disco más orgánico que Brown sugar y una clara evolución a nivel sonoro. Mucha gente sitúa antes su primer trabajo en su escala de favoritos. Desde mi punto de vista, son tan distintos que no cabe introducirlos en el mismo saco. Son cada uno obras maestras en su estilo, con sus respectivas peculiaridades que los hacen únicos por separado y complementarios si los juntamos. Y eso es lo que hace grande a D’angelo. Su eclecticismo y heterogeneidad sólo están al nivel de su talento y su visión de cómo debe hacerse soul hoy día. Aunque su ausencia dure ya ocho años, sigue siendo el líder indiscutible de la música negra contemporánea. Ha creado escuela y es referente de todos los nuevos artistas que han ido saliendo a la luz a partir de su llegada al mundo discográfico y eso sólo está al alcance de unos pocos elegidos. A ver con qué nos sorprende en su próxima entrega. Esperaremos ansiosos. 

Reseña publicada originalmente en la página Blacksoundhistory.

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